Venenos - Lección 4: Venenos vegetales (2)

VENENOS - MEDICINA PARA ESCRITORES (II)
por Osvaldo Reyes
➤ Lección 1: Principios básicos
➤ Lección 2:
Venenos microbiológicos
➤ Lección 3:
Venenos vegetales (1)
➤ Lección 4:
Venenos vegetales (2)
➤ Lección 5:
Venenos vegetales (3)
➤ Lección 6:
Venenos animales (1)
➤ Lección 7:
Venenos animales (2)
➤ Lección 8:
Venenos animales (3)
➤ Lección 9:
Venenos químicos (1)
➤ Lección 10:
Venenos químicos (2)
➤ Lección 11:
Venenos químicos (3)
➤ Lección 12:
Venenos poco comunes


Lección 4:
Venenos vegetales (2) 
por Osvaldo Reyes
"¿Te puedo ofrecer algo de tomar?
¿Un pequeño vaso de cianuro?"
El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón
 
El gran cuentista uruguayo Horacio Quiroga no fue un extraño al género negro, ni en sus obras (El triple robo de Bellamore) ni en su turbulenta existencia, que terminó por decisión propia a los 58 años, tras ser diagnosticado con cáncer de próstata, al ingerir un vaso con uno de los venenos más populares de la literatura detectivesca: el cianuro.

Horacio Quiroga

¿Por qué es tan popular? Puede ser por la facilidad de obtenerlo, ya sea de manera comercial o natural. Se puede encontrar en las semillas de melocotones, ciruelas, albaricoques, manzanas y peras, así como en la yuca, las almendras y las nueces. Por fortuna, las cantidades de cianuro presentes en estos alimentos es tan baja, que pueden seguir consumiéndolos en grandes cantidades (dentro de lo normal) y nunca presentar los síntomas. La excepción es África, donde la mandioca o yuca forma parte de la alimentación básica de muchos pueblos. En estos sitios, las personas pueden presentar konzo, una forma crónica de intoxicación con cianuro. Se manifiesta como un desorden neurológico irreversible, una parálisis asimétrica que afecta más las piernas que los brazos. El nombre de la entidad significa “Piernas atadas” en yaka, un lenguaje bantú de la República Democrática del Congo y Angola.  

Otra razón de su popularidad es su rapidez y efectividad, ya que como veneno permite momentos dramáticos. El cianuro bloquea la cadena de transporte de electrones, sistema central en el proceso de respiración celular. Su ingesta impide que el oxígeno llevado por los glóbulos rojos pueda ser usado por las mitocondrias, llevando a la muerte celular por asfixia. En los casos donde la ingesta de cianuro es mayor de 1,5 mg/kg de peso (dosis fatal), la víctima fallece de un paro cardiorrespiratorio en cuestión de minutos. Si es menor, el cuadro clínico incluye confusión, dilatación de las pupilas, presión baja, elevación de la frecuencia cardiaca y patrones respiratorios anormales. Si sobrevive, puede quedar con secuelas neurológicas permanentes. Es tan eficaz que los pocos registros que existen de su sabor provienen de personas que intentaron suicidarse, con diferentes niveles de éxito, como ocurrió el 17 de junio de 2006 cuando un joyero de Palakkad, una ciudad al sur de la India, rentó una habitación de hotel. Solo, en sus aposentos, disolvió cianuro en un vaso con licor. Mientras revolvía el trago con su pluma, con la que había empezado a escribir su nota de suicidio, debió metérsela en la boca distraído, lo que le impidió tener más tiempo. En su desesperación, al sentir el efecto del veneno, logró garrapatear en la nota sus últimas palabras: “Doctores, cianuro de potasio. Lo probé. Quema mi lengua y sabe acre”.

La otra razón de su popularidad literaria es que permite al lector saber que alguien va a morir envenenado gracias al conocido “olor a almendras amargas”, sensación olfatoria de la cual Agatha Christie era particularmente aficionada. A pesar de que no deja de ser cierto, no siempre se percibe y no todo el mundo lo puede hacer. Fue descrito por primera vez por el químico sueco Carl Scheele y solo el 40% de la población es capaz de percibir el olor. Considerando su línea de trabajo, no es de extrañar que Scheele muriera a los 43 años (posiblemente de envenenamiento con mercurio). 
Históricamente, el cianuro fue el arma de elección para eliminar rivales o para escapar la justicia de la II Guerra Mundial. Erwin Rommel, Eva Hitler, Heinrich Himmler, Hermann Göring y la familia Gobbels (seis niños y la esposa. El padre, Joseph Gobbels, se suicidó con una pistola) murieron gracias a los efectos de este producto, popularizado, quizás por este mismo motivo, en muchas películas de espías.

Los venenos de origen vegetal tienen una peculiar ventaja. Para encontrar uno solo tienen que buscar medicamentos que se utilicen para el manejo de patologías cardiovasculares o neurológicas y ver de dónde se extraen. Si es una planta, es muy probable que, en su estado natural, alguna parte de la misma (semilla, hoja, savia) tenga propiedades similares, lo que facilita que sus personajes, con oscuras intenciones, obtengan el veneno que usarán, sin dejar huellas, como una factura o la increíble memoria de un boticario.

Tomen por ejemplo los digitálicos. Son medicamentos usados para ayudar al corazón a trabajar mejor y se obtienen de la Digitalis purpurea, una planta nativa de Europa y del norte de África, que ahora se puede encontrar desde Argentina hasta Colombia. Tiene muchos nombres (dedalera, guante de nuestra Señora, cartucho, guantelete entre otros), pero una sola toxina. Su flor y hojas contienen digitalina, el principio activo de los digitálicos. Su ingesta incrementa el calcio intracelular, lo que aumenta la intensidad de las contracciones cardíacas, y reduce el ritmo del corazón. Sin embargo, en altas dosis pueden detenerlo, provocando un conveniente paro cardíaco.

Otro ejemplo es la atropina, un medicamento usado para salvar vidas en los cuartos de urgencia. Muchas plantas contienen atropina en sus hojas y frutos, pero una de las más conocidas es la Atropa belladona o, simplemente, belladona. Todas las partes de la planta son venenosas, pero son sus cerezas, de un color negro, las que representan el mayor peligro al ser consumidas, ya que suprimen los efectos del sistema nervioso parasimpático, por lo que produce aumento de la frecuencia cardíaca, disminuye la sudoración y dilata las pupilas. Paradójicamente, a dosis más altas, reduce la frecuencia del corazón, puede provocar alucinaciones, coma y la muerte. Como veneno, la belladona se ha cobrado la vida de personajes históricos, como el emperador romano Claudio (68 AC), y hasta a ejércitos enteros. Se dice que Duncan I, rey de Escocia (1034-1040), les dio de tributo a una hueste danesa barriles de vino llenos de jugo de belladona.  

Así que, la próxima vez que quieran matar a alguien (literariamente, hago la salvedad), no pierdan tiempo buscando productos arcanos. La Madre Naturaleza tiene armas disponibles a la vuelta de una esquina, en su bosque o jardín más cercano.


 
 
Osvaldo Reyes (Panamá, 1971)
estudió medicina en la Universidad de Panamá y luego se especializó en Ginecología y Obstetricia en la Maternidad María Cantera de Remón. Actualmente labora como médico especialista en la Maternidad del Hospital Santo Tomás, donde también ejerce funciones como Coordinador de Investigaciones. Es profesor de la Cátedra de Obstetricia de la Universidad de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
 

Ferviente lector y escritor del género negro, con ocho libros (El Efecto Maquiavelo, En los umbrales del Hades, Pena de muerte, La estaca en la cruz, Sacrificio, El canto de las gaviotas, El cactus de madera y Asesinato en Portobelo) y dos colecciones de cuentos (13 gotas de sangre y 13 candidatos para un homicidio) publicados a la fecha. Sus relatos forman partes de diferentes antologías (Escrito en el agua, Pólvora y sangre, Círculo de Lovecraft # 9) y es ganador del Primer Premio de Narrativa Corta (2017) del Panama Horror Film Fest. Osvaldo Reyes coordina la jornada dedicada al género negro en Latinoamérica de la Semana Negra en la Glorieta.