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Venenos - Lección 4: Venenos vegetales (2)

VENENOS - MEDICINA PARA ESCRITORES (II)
por Osvaldo Reyes
➤ Lección 1: Principios básicos
➤ Lección 2:
Venenos microbiológicos
➤ Lección 3:
Venenos vegetales (1)
➤ Lección 4:
Venenos vegetales (2)
➤ Lección 5:
Venenos vegetales (3)
➤ Lección 6:
Venenos animales (1)
➤ Lección 7:
Venenos animales (2)
➤ Lección 8:
Venenos animales (3)
➤ Lección 9:
Venenos químicos (1)
➤ Lección 10:
Venenos químicos (2)
➤ Lección 11:
Venenos químicos (3)
➤ Lección 12:
Venenos poco comunes


Lección 4:
Venenos vegetales (2) 
por Osvaldo Reyes
"¿Te puedo ofrecer algo de tomar?
¿Un pequeño vaso de cianuro?"
El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón
 
El gran cuentista uruguayo Horacio Quiroga no fue un extraño al género negro, ni en sus obras (El triple robo de Bellamore) ni en su turbulenta existencia, que terminó por decisión propia a los 58 años, tras ser diagnosticado con cáncer de próstata, al ingerir un vaso con uno de los venenos más populares de la literatura detectivesca: el cianuro.

Horacio Quiroga

¿Por qué es tan popular? Puede ser por la facilidad de obtenerlo, ya sea de manera comercial o natural. Se puede encontrar en las semillas de melocotones, ciruelas, albaricoques, manzanas y peras, así como en la yuca, las almendras y las nueces. Por fortuna, las cantidades de cianuro presentes en estos alimentos es tan baja, que pueden seguir consumiéndolos en grandes cantidades (dentro de lo normal) y nunca presentar los síntomas. La excepción es África, donde la mandioca o yuca forma parte de la alimentación básica de muchos pueblos. En estos sitios, las personas pueden presentar konzo, una forma crónica de intoxicación con cianuro. Se manifiesta como un desorden neurológico irreversible, una parálisis asimétrica que afecta más las piernas que los brazos. El nombre de la entidad significa “Piernas atadas” en yaka, un lenguaje bantú de la República Democrática del Congo y Angola.  

Otra razón de su popularidad es su rapidez y efectividad, ya que como veneno permite momentos dramáticos. El cianuro bloquea la cadena de transporte de electrones, sistema central en el proceso de respiración celular. Su ingesta impide que el oxígeno llevado por los glóbulos rojos pueda ser usado por las mitocondrias, llevando a la muerte celular por asfixia. En los casos donde la ingesta de cianuro es mayor de 1,5 mg/kg de peso (dosis fatal), la víctima fallece de un paro cardiorrespiratorio en cuestión de minutos. Si es menor, el cuadro clínico incluye confusión, dilatación de las pupilas, presión baja, elevación de la frecuencia cardiaca y patrones respiratorios anormales. Si sobrevive, puede quedar con secuelas neurológicas permanentes. Es tan eficaz que los pocos registros que existen de su sabor provienen de personas que intentaron suicidarse, con diferentes niveles de éxito, como ocurrió el 17 de junio de 2006 cuando un joyero de Palakkad, una ciudad al sur de la India, rentó una habitación de hotel. Solo, en sus aposentos, disolvió cianuro en un vaso con licor. Mientras revolvía el trago con su pluma, con la que había empezado a escribir su nota de suicidio, debió metérsela en la boca distraído, lo que le impidió tener más tiempo. En su desesperación, al sentir el efecto del veneno, logró garrapatear en la nota sus últimas palabras: “Doctores, cianuro de potasio. Lo probé. Quema mi lengua y sabe acre”.

La otra razón de su popularidad literaria es que permite al lector saber que alguien va a morir envenenado gracias al conocido “olor a almendras amargas”, sensación olfatoria de la cual Agatha Christie era particularmente aficionada. A pesar de que no deja de ser cierto, no siempre se percibe y no todo el mundo lo puede hacer. Fue descrito por primera vez por el químico sueco Carl Scheele y solo el 40% de la población es capaz de percibir el olor. Considerando su línea de trabajo, no es de extrañar que Scheele muriera a los 43 años (posiblemente de envenenamiento con mercurio). 
Históricamente, el cianuro fue el arma de elección para eliminar rivales o para escapar la justicia de la II Guerra Mundial. Erwin Rommel, Eva Hitler, Heinrich Himmler, Hermann Göring y la familia Gobbels (seis niños y la esposa. El padre, Joseph Gobbels, se suicidó con una pistola) murieron gracias a los efectos de este producto, popularizado, quizás por este mismo motivo, en muchas películas de espías.

Los venenos de origen vegetal tienen una peculiar ventaja. Para encontrar uno solo tienen que buscar medicamentos que se utilicen para el manejo de patologías cardiovasculares o neurológicas y ver de dónde se extraen. Si es una planta, es muy probable que, en su estado natural, alguna parte de la misma (semilla, hoja, savia) tenga propiedades similares, lo que facilita que sus personajes, con oscuras intenciones, obtengan el veneno que usarán, sin dejar huellas, como una factura o la increíble memoria de un boticario.

Tomen por ejemplo los digitálicos. Son medicamentos usados para ayudar al corazón a trabajar mejor y se obtienen de la Digitalis purpurea, una planta nativa de Europa y del norte de África, que ahora se puede encontrar desde Argentina hasta Colombia. Tiene muchos nombres (dedalera, guante de nuestra Señora, cartucho, guantelete entre otros), pero una sola toxina. Su flor y hojas contienen digitalina, el principio activo de los digitálicos. Su ingesta incrementa el calcio intracelular, lo que aumenta la intensidad de las contracciones cardíacas, y reduce el ritmo del corazón. Sin embargo, en altas dosis pueden detenerlo, provocando un conveniente paro cardíaco.

Otro ejemplo es la atropina, un medicamento usado para salvar vidas en los cuartos de urgencia. Muchas plantas contienen atropina en sus hojas y frutos, pero una de las más conocidas es la Atropa belladona o, simplemente, belladona. Todas las partes de la planta son venenosas, pero son sus cerezas, de un color negro, las que representan el mayor peligro al ser consumidas, ya que suprimen los efectos del sistema nervioso parasimpático, por lo que produce aumento de la frecuencia cardíaca, disminuye la sudoración y dilata las pupilas. Paradójicamente, a dosis más altas, reduce la frecuencia del corazón, puede provocar alucinaciones, coma y la muerte. Como veneno, la belladona se ha cobrado la vida de personajes históricos, como el emperador romano Claudio (68 AC), y hasta a ejércitos enteros. Se dice que Duncan I, rey de Escocia (1034-1040), les dio de tributo a una hueste danesa barriles de vino llenos de jugo de belladona.  

Así que, la próxima vez que quieran matar a alguien (literariamente, hago la salvedad), no pierdan tiempo buscando productos arcanos. La Madre Naturaleza tiene armas disponibles a la vuelta de una esquina, en su bosque o jardín más cercano.


 
 
Osvaldo Reyes (Panamá, 1971)
estudió medicina en la Universidad de Panamá y luego se especializó en Ginecología y Obstetricia en la Maternidad María Cantera de Remón. Actualmente labora como médico especialista en la Maternidad del Hospital Santo Tomás, donde también ejerce funciones como Coordinador de Investigaciones. Es profesor de la Cátedra de Obstetricia de la Universidad de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
 

Ferviente lector y escritor del género negro, con ocho libros (El Efecto Maquiavelo, En los umbrales del Hades, Pena de muerte, La estaca en la cruz, Sacrificio, El canto de las gaviotas, El cactus de madera y Asesinato en Portobelo) y dos colecciones de cuentos (13 gotas de sangre y 13 candidatos para un homicidio) publicados a la fecha. Sus relatos forman partes de diferentes antologías (Escrito en el agua, Pólvora y sangre, Círculo de Lovecraft # 9) y es ganador del Primer Premio de Narrativa Corta (2017) del Panama Horror Film Fest. Osvaldo Reyes coordina la jornada dedicada al género negro en Latinoamérica de la Semana Negra en la Glorieta. 


 

Venenos - Lección 3: Venenos vegetales (1)

VENENOS - MEDICINA PARA ESCRITORES (II)
por Osvaldo Reyes
➤ Lección 1: Principios básicos
➤ Lección 2:
Venenos microbiológicos
➤ Lección 3:
Venenos vegetales (1)
➤ Lección 4:
Venenos vegetales (2)
➤ Lección 5:
Venenos vegetales (3)
➤ Lección 6:
Venenos animales (1)
➤ Lección 7:
Venenos animales (2)
➤ Lección 8:
Venenos animales (3)
➤ Lección 9:
Venenos químicos (1)
➤ Lección 10:
Venenos químicos (2)
➤ Lección 11:
Venenos químicos (3)
➤ Lección 12:
Venenos poco comunes


Lección 1:
Venenos vegetales (1) 
por Osvaldo Reyes
"Se tiene la impresión que todo lo natural es bueno.
La estricnina es natural."
Isaac Asimov
 
No hay duda de que la máxima representante del uso de venenos en la literatura fue Agatha Christie. En su primer libro El misterioso caso de Styles nos encontramos con la siguiente descripción:
Un grito ahogado proveniente de la cama me sobresaltó. Un nuevo episodio de dolor atacó a la desafortunada viejecita. Las convulsiones eran de una violencia terrible. Todo era confusión. Nos agrupamos a su alrededor, incapaces de ayudarla. Una convulsión final la levantó de la cama. Su cabeza y tobillos parecían sostener el cuerpo, arqueado de esta manera extraordinaria.

Pocos minutos después la pobre señora Inglethorp sucumbe al veneno que corría por sus venas. Una dosis masiva de estricnina administrada de una manera tan inteligente que el libro fue analizado en 1978 en The Pharmaceutical Journal, la revista de la Sociedad de Farmaceutas del Reino Unido. El autor del artículo describió El misterioso caso de Styles como “una novela que tiene el raro mérito de estar escrita correctamente” y sugirió que la autora tenía algún entrenamiento farmacéutico o le pidió ayuda a algún experto. Años después (1992) otros autores volvieron a analizar el libro en un artículo académico publicado en el Journal of Chemical Education y opinaron que el texto era apropiado para estudiantes de química.

Si leyeron el artículo previo que llamé “Venenos microbiológicos”, puede ser que hayan sentido que estábamos describiendo un envenenamiento con Clostridium tetani y no estarían equivocados ya que la toxina tetánica actúa de una manera muy similar a la estricnina, el veneno usado por el asesino en la casa Styles. Es un alcaloide muy amargo que se extrae de las semillas del Strychnos nux-vomica o nuez vómica, una planta proveniente del sudeste asiático. Por mucho tiempo se consideró que podía tener un efecto medicinal y se agregaba en productos de todo tipo. Su sabor amargo, se decía, podía aumentar el apetito y en tónicos servía para estimular el sistema nervioso. Estos medicamentos tenían dosis muy bajas de estricnina, ya que a dosis mayores era letal, razón por la que también era usado como pesticida y mata ratas. El verdadero peligro radica en que el rango terapéutico-letal es bastante estrecho y, ya que el veneno se puede absorber por vía respiratoria o por contacto con la piel, pasarse de la dosis era un accidente muy probable.

El veneno se une a los receptores de glicina en las neuronas motoras. La glicina es un aminoácido que modera la acción del neurotransmisor acetilcolina. Si la glicina no puede actuar, la acetilcolina sobre estimula el sistema nervioso, provocando elevación de la presión arterial, contracturas musculares incontrolables, convulsiones y la muerte por asfixia, al impedir el funcionamiento de los músculos respiratorios.

Hay venenos de origen vegetal que son más fáciles de conseguir que otros. De las semillas del Ricinus communis (ricino o higuerilla) se pueden extraer varios productos. Uno de los más conocidos es el aceite de castor, que se utiliza en la elaboración de perfumes, tintes, jabones y como excipiente en algunos medicamentos para prevenir los partos prematuros. Es una prueba de la dualidad de la Madre Naturaleza que del mismo sitio se puede obtener una de las toxinas más potentes del mundo, la ricina. En 1978 el disidente búlgaro Georgi Merkov murió pocos días después de recibir un disparo en la pierna con un perdigón lleno de ricina. Si piensan que este asesinato fue exótico, lamento decirles que nada más lejos de la realidad, ya que la higuerilla se puede encontrar como planta ornamental en cualquier casa y se considera maleza invasora en áreas tropicales y sub-tropicales. El polvo de las semillas puede procesarse de varias maneras y tener diferentes colores, pero es más tóxica inhalada que ingerida. Se une a las paredes de las células y provoca la muerte celular. Si se inhala, los pulmones empiezan a fallar en menos de 10 horas, se desarrolla edema pulmonar, hipotensión y la muerte. Ingerido, provoca diarreas sanguinolentas, vómitos, caída de la presión arterial y falla hepática y renal en menos de tres días.

Por otro lado, si quieren algo de verdad extravagante, pueden usar el haba de Calabar, semilla de una planta de origen africano. Las semillas de esta planta contienen varios alcaloides, uno de los cuales se conoce como fisostigmina o eserina, cuyos efectos son contrarios a los de la atropina. Es un inhibidor de la enzima acetilcolinesterasa, lo que impide la eliminación de la acetilcolina de la unión nerviosa. Su efecto se manifiesta como salivación excesiva, convulsiones y pérdida del control sobre el sistema respiratorio, lo que lleva a la muerte por asfixia. En un libro sonará exótico, pero en Calabar (Nigeria) las semillas son usadas como herramienta para administrar justicia. Si alguien es acusado de brujería, se le da de comer estas semillas. Si la persona muere, es culpable. Si sobrevive, inocente. Además, es usado en un juego mortal donde, tras partir una semilla por la mitad, dos adversarios se comen una de las partes, cantidad más que suficiente para matar a una persona, razón por las que, a veces, los dos mueren (y pierden a la vez).

Estos son solo algunos de los ejemplos de venenos de origen vegetal que se pueden encontrar en sus lecturas (y en el mundo real, dependiendo de en qué lado de la ley se encuentren). Sin embargo, hay demasiadas plantas con potencial en el mundo para dedicarles solo una lección. Regresaremos con una segunda parte para exprimirles el jugo (y estoy siendo literal).


 
 
Osvaldo Reyes (Panamá, 1971)
estudió medicina en la Universidad de Panamá y luego se especializó en Ginecología y Obstetricia en la Maternidad María Cantera de Remón. Actualmente labora como médico especialista en la Maternidad del Hospital Santo Tomás, donde también ejerce funciones como Coordinador de Investigaciones. Es profesor de la Cátedra de Obstetricia de la Universidad de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
 

Ferviente lector y escritor del género negro, con ocho libros (El Efecto Maquiavelo, En los umbrales del Hades, Pena de muerte, La estaca en la cruz, Sacrificio, El canto de las gaviotas, El cactus de madera y Asesinato en Portobelo) y dos colecciones de cuentos (13 gotas de sangre y 13 candidatos para un homicidio) publicados a la fecha. Sus relatos forman partes de diferentes antologías (Escrito en el agua, Pólvora y sangre, Círculo de Lovecraft # 9) y es ganador del Primer Premio de Narrativa Corta (2017) del Panama Horror Film Fest. Osvaldo Reyes coordina la jornada dedicada al género negro en Latinoamérica de la Semana Negra en la Glorieta. 


 

Venenos - Lección 2: Venenos de origen microbiológico

VENENOS - MEDICINA PARA ESCRITORES (II)
por Osvaldo Reyes
➤ Lección 1: Principios básicos
➤ Lección 2:
Venenos microbiológicos
➤ Lección 3:
Venenos vegetales (1)
➤ Lección 4:
Venenos vegetales (2)
➤ Lección 5:
Venenos vegetales (3)
➤ Lección 6:
Venenos animales (1)
➤ Lección 7:
Venenos animales (2)
➤ Lección 8:
Venenos animales (3)
➤ Lección 9:
Venenos químicos (1)
➤ Lección 10:
Venenos químicos (2)
➤ Lección 11:
Venenos químicos (3)
➤ Lección 12:
Venenos poco comunes


Lección 2: Venenos microbiológicos
por Osvaldo Reyes
"¿Por qué vas por el campo con guantes,
mujercita obesa que no tuvo amantes?"
Matar es fácilAgatha Christie
 
En 1809, el pintor y cirujano escocés Sir Charles Bell, reunió en una serie de trece litografías a color los estragos provocados por las heridas de bala en los soldados que le tocó atender durante la batalla de la Coruña (la batalla de Elviña, para los españoles). Uno de los dibujos más dramáticos se titula “Tétano posterior a una herida de bala” y se puede ver a un soldado en la pose característica de la enfermedad, una condición generada por una toxina liberada por la bacteria Clostridium tetani. La toxina bloquea los efectos inhibitorios de ciertos neurotransmisores, dejando a las neuronas motoras activas y fuera de control. Eso genera espasmos musculares generalizados que se manifiestan de diferentes formas. En los músculos grandes obligan al afectado a tomar una postura conocida como “opistótono” (la espalda arqueada, los brazos flexionados sobre el pecho, los puños apretados), que pueden llegar a ser tan fuertes como para quebrar la columna. La mandíbula se cierra y los músculos faciales le dan al rostro del infortunado el aspecto de una sonrisa permanente (risa sardónica). Finalmente, los músculos respiratorios y laríngeos se contraen, obstruyendo la vía aérea y llevando a la muerte por asfixia.

 
Si el asesino de su libro está planeando cometer un crimen usando un aguja convenientemente contaminada con C. tetani, les sugiero que pongan esa día en salmuera un tiempo. Tendrán una escena dramática, pero poco verosímil, ya que hoy en día la mayor parte de los seres humanos estamos inmunizados, gracias a las vacunas, contra esta terrible enfermedad. Por supuesto, siempre puede hacer que su asesino use la toxina tetánica como arma homicida (un bioterrorista) o que se enfoque en los anti-vacunas (justicia poética). Por eso les dije que lo pusieran en salmuera. No es que no se pueda hacer, pero tienen que tener el escenario correcto para que funcione.
 
Si esa bacteria no les sirve, pueden recurrir a la ayuda de un familiar cercano, el Clostridium botulinum. En los tiempos modernos, la toxina que produce esta bacteria está en alta demanda, como parte de decenas de tratamientos de rejuvenecimiento facial. Su mecanismo de acción es contrario al de la toxina tetánica, ya que en este caso bloquea la liberación del neurotransmisor acetilcolina, lo que provoca parálisis muscular (de allí su utilidad en hacer desaparecer las arrugas). Sin embargo, de entrar al torrente sanguíneo por medio de una herida o por la ingesta de alimentos contaminados (la más frecuente), pueden provocar una condición llamada botulismo que se caracteriza por letargia, visión borrosa y dificultad para comunicarse o moverse. Síntomas asociados incluyen presión baja, boca seca y, si se deja progresar sin tratar, falla respiratoria y la muerte.
 
Su potencial como arma de envenenamiento masivo quedó plasmada en 1991, cuando en los últimos días de la Guerra del Golfo, se reportó que Irak había producido más de 19 mil litros de toxina botulínica. De ser cierto, esa cantidad era más que suficiente como para matar a toda la población de la tierra. Al mismo tiempo, un culto radical japonés (Aum Shinrikyō) trató en tres ocasiones diferentes, entre 1990-1995, de usar toxina botulínica para envenenar instalaciones militares norteamericanas y el centro de Tokio, sin éxito. A la fecha, no se sabe por qué fallaron sus intentos, pero, para el siguiente ataque, cambiaron de método y usaron gas Sarín, un agente neurológico mortal que liberaron en cinco estaciones del metro de Tokio, dejando un total de más de cuatro mil afectados.

Ambas toxinas tienen la capacidad de usarse como armas de destrucción masiva, lo que es útil si su novela es de corte apocalíptico, de espionaje o de suspenso. Sin embargo, si quieren algo más personal y hogareño, también sirven. Todo lo que requieren es tener a un personaje capaz de producirlas, lo que implica un conocimiento previo que casi siempre lo marcará como posible responsable. ¿Solución? Agatha Christie.

En Matar es fácil, la Dama del Crimen nos presenta un asesinato que parece ser un accidente. La víctima recibe un corte y el asesino se lo cubre con una gasa contaminada con las secreciones de una herida infectada. Es un método sin garantía de éxito (después de todo, podía formarse solo un pequeño absceso y quedar así), pero con potencial. De funcionar, como ocurrió en el libro, la víctima desarrollaría una septicemia (una infección en la sangre), condición con una alta mortalidad. Hoy tendría menos éxito, con los excelentes antibióticos disponibles, pero en 1939, cuando publicó el libro (y no olvidemos que la penicilina se empezó a comercializar en 1941), un arma tan efectiva como cualquiera. Es más, morir de una sepsis era tan posible que volvió a usar la técnica en otro libro (Cartas sobre la mesa).
 
Algunos crímenes requieren el momento justo y las condiciones adecuadas. Si no las tiene en este momento, siempre tiene la opción de escenificar su libro en el pasado.



 
Osvaldo Reyes (Panamá, 1971)
estudió medicina en la Universidad de Panamá y luego se especializó en Ginecología y Obstetricia en la Maternidad María Cantera de Remón. Actualmente labora como médico especialista en la Maternidad del Hospital Santo Tomás, donde también ejerce funciones como Coordinador de Investigaciones. Es profesor de la Cátedra de Obstetricia de la Universidad de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
 

Ferviente lector y escritor del género negro, con ocho libros (El Efecto Maquiavelo, En los umbrales del Hades, Pena de muerte, La estaca en la cruz, Sacrificio, El canto de las gaviotas, El cactus de madera y Asesinato en Portobelo) y dos colecciones de cuentos (13 gotas de sangre y 13 candidatos para un homicidio) publicados a la fecha. Sus relatos forman partes de diferentes antologías (Escrito en el agua, Pólvora y sangre, Círculo de Lovecraft # 9) y es ganador del Primer Premio de Narrativa Corta (2017) del Panama Horror Film Fest. Osvaldo Reyes coordina la jornada dedicada al género negro en Latinoamérica de la Semana Negra en la Glorieta. 


 

Venenos - Lección 1: Principios básicos

VENENOS - MEDICINA PARA ESCRITORES (II)
por Osvaldo Reyes
➤ Lección 1: Principios básicos
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Venenos microbiológicos
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Venenos vegetales (1)
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Venenos vegetales (2)
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Venenos vegetales (3)
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Venenos químicos (3)
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Venenos poco comunes


Lección 1: Principios básicos
por Osvaldo Reyes
"Bien, querida, para un galón de vino de saúco uso una cucharadita de arsénico. Le agrego media cucharadita de estricnina y solo una pizca de cianuro."
Arsénico y encaje antiguoJoseph Kesselring
 
En las novelas criminales, principalmente durante la edad de oro de la ficción detectivesca, era frecuente el uso de venenos. Si el asesino quería deshacerse de un testigo peligroso o heredar una herencia, todo lo que tenía que hacer era vaciar el contenido de una bolsita de papel en el trago de su víctima y… ¡Voilá! Problema resuelto. Eso hasta que, por supuesto, el detective de turno se encargaba del caso.

Los venenos siempre me han fascinado. Crecí leyendo novelas de Agatha Christie, así que la influencia era de esperar, pero, dentro de las diferentes formas de matar, es un método elegante. Sin sangre, todo estéril y a distancia. Si el asesino quería que su víctima sufriera, tenía de donde escoger. Si prefería una muerte rápida e indolora, igual. Hay un arsenal de productos disponibles, tanto en el mercado como en la naturaleza, capaces de satisfacer las necesidades más exigentes.
 

Cuando Javier me propuso empezar con esta nueva sección, dedicada a los venenos y a su aplicación en la literatura negra, me vinieron a la mente cientos de libros. Trataré de hacer referencia a algunos de ellos cuando llegue el momento. Por ahora, les presentaré ciertos principios básicos que deben conocer si planean usar venenos en su próximo libro. Debo advertir que, si es para usarlo en el mundo real, seguir leyendo es su admisión tácita de que usted procede bajo su responsabilidad, saber y entender.

Hay muchas formas de clasificar a los venenos. Para fines de estas lecciones, lo haré según su fuente de origen (microbiológicos, vegetales, animales y químicos). Cada uno de ellos tiene sus particularidades que es necesario conocer antes de hacer uso de los mismos, so pena de cometer un error garrafal que, les prometo, será detectado por algún lector avezado. Veamos el siguiente ejemplo:
"El Sr. Walter miró a su esposa con desprecio. Por suerte le daba la espalda, así que no pudo ver el odio en sus ojos. Sin que se percatara, enredada en los quehaceres de la casa, sacó una bolsita de tela de su bolsillo y vació el contenido en su vaso de jugo de manzana. Lo revolvió con cuidado y se volvió a sentar. Regresó su atención al periódico que leía, esperando el momento cuando ella se llevara el líquido lleno de estricnina a sus labios, sellando su destino."
Si el caso fuera real, a la mañana siguiente vería la foto del señor Walter en la primera plana de algún periódico sensacionalista, acusado de “intento” de homicidio. ¿La razón? La estricnina es muy amarga y, para poder pasar desapercibida, debe mezclarse con líquidos o alimentos de igual o similar sabor, como un trago de gin-tonic. Vaciar una buena dosis de estricnina en un vaso de jugo dulce sería percibido por la potencial víctima apenas tomara el primer sorbo, con lo que lo dejaría. Si la esposa del señor Walter es inteligente, de seguro mirará a su “peor es nada” con la sospecha reflejada en sus pupilas.

Es indispensable leer del veneno que van a utilizar. Detalles como sabor, presentación o si se puede disolver en líquidos o no. Si es soluble, ¿funciona igual en medios ácidos o alcalinos? Si se ingiere, ¿puede ser absorbido en el estómago o pasara de largo sin hacer efecto (como el veneno de serpiente, que tiene que ser inyectado)? En esas pinceladas está el éxito o fracaso de su trabajo. Los puntos a investigar incluyen:

•Forma de presentación.
•Olor.
•Color.
•Sabor.
•Solubilidad.
•Mecanismo de acción.
•Fuente (dónde se encuentra o de dónde se puede extraer).
•Dosis letal.
•Síntomas del envenenamiento.
•Antídoto o neutralizante.

El último punto parece innecesario. Después de todo, ¿para qué debo saber cuál es el antídoto, si la idea es matar a mi personaje? El motivo es sencillo: verosimilitud. Por ejemplo, en el 2008 un hombre de 29 años trató de suicidarse. Después de tomarse doce latas de cerveza decidió ingerir cianuro. El servicio de emergencia lo encontró inconsciente, con aliento alcohólico y con una frecuencia respiratoria de 45 (lo normal es hasta 20). Logró sobrevivir y confesó haber ingerido 1250 mg de cianuro (cinco veces la dosis letal). ¿Cómo sobrevivió? Los médicos que reportaron el caso sugieren que fue la ingesta de alcohol la que lo salvó. El cianuro se absorbe más rápido en ambientes ácidos, por lo que el volumen de alcohol presente en el estómago pudo demorar su entrada a la circulación del sujeto, retrasando su muerte lo suficiente como para permitir la llegada de los servicios de emergencia.

Si no quieren que su libro sea destruido por los escuadrones de lectores que se especializan en encontrar errores, les sugiero tomarse su tiempo. Si tienen duda, hay muchas personas o sitios a dónde dirigirse para encontrar respuestas a estas interrogantes. Lo importante es no escribir una escena, peor todo un libro, basado en un desliz que pudo ser evitado de haberse tomado la molestia de investigar.

Si no lo hacen por su propio prestigio y orgullo personal, háganlo por sus lectores. Ellos se lo merecen.


 
 
Osvaldo Reyes (Panamá, 1971)
estudió medicina en la Universidad de Panamá y luego se especializó en Ginecología y Obstetricia en la Maternidad María Cantera de Remón. Actualmente labora como médico especialista en la Maternidad del Hospital Santo Tomás, donde también ejerce funciones como Coordinador de Investigaciones. Es profesor de la Cátedra de Obstetricia de la Universidad de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
 

Ferviente lector y escritor del género negro, con ocho libros (El Efecto Maquiavelo, En los umbrales del Hades, Pena de muerte, La estaca en la cruz, Sacrificio, El canto de las gaviotas, El cactus de madera y Asesinato en Portobelo) y dos colecciones de cuentos (13 gotas de sangre y 13 candidatos para un homicidio) publicados a la fecha. Sus relatos forman partes de diferentes antologías (Escrito en el agua, Pólvora y sangre, Círculo de Lovecraft # 9) y es ganador del Primer Premio de Narrativa Corta (2017) del Panama Horror Film Fest. Osvaldo Reyes coordina la jornada dedicada al género negro en Latinoamérica de la Semana Negra en la Glorieta.