El primer traductor de Edgar Allan Poe al castellano

El primer traductor de Edgar Allan Poe al castellano 
El primer relato de Edgar Allan Poe traducido al castellano fue «A Tale of the Ragged Mountains».  Apareció, a comienzos de 1853, con el título de «Una aventura en las montañas Rocheusesen» en la publicación parisina El Correo de Ultramar.   
 
El primer cuento del bostoniano publicado en el ámbito hispánico es «La semana de los tres domingos». Se incluyó en el periódico madrileño El Museo Universal a principios de 1857 con el título de «Three Sundays in a Week», sin mencionar al traductor y con los nombres de los personajes cambiados.
 
Sin embargo, la primera obra de
Edgar Allan Poe publicada en español no fue un relato sino su poema «The City in the Sea». Se publicó en una edición especial de El Avisador Malagueño en la primavera de 1852, con el título de «La ciudad en el mar». Su traductor fue un malagueño de madre española y padre estadounidense, y su traducción fue publicada de manera póstuma después de que hubiera sido rechazada por varios periódicos locales, entre ellos La Joven Málaga, periódico fundado por Antonio Cánovas del Castillo con apenas 17 años.    
 
En breve daremos a conocer en la Semana Negra en la Glorieta algunos datos interesante sobre la vida del primer traductor de Edgar Allan Poe al español. Mientras tanto os ofrecemos el poema original del escritor de Boston. Esta versión es la que se incluyó en la 10ª edición de The Poets and Poetry of America (1850) bajo el título de «The City in the Sea»
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Semana Negra en la Glorieta
 
The City in the Sea
By Edgar Allan Poe

Lo! Death has rear’d himself a throne
In a strange city lying alone
Far down within the dim west,
Where the good and the bad and the worst and the best
Have gone to their eternal rest.
There shrines, and palaces, and towers,
(Time-eaten towers that tremble not!)
Resemble nothing that is ours.
Around, by lifting winds forgot,
Resignedly beneath the sky
The melancholy waters lie.

No rays from the holy heaven come down
On the long night-time of that town;
But light from out the lurid sea
Streams up the turrets silently—
Gleams up the pinnacles far and free—
Up domes —up spires— up kingly halls—
Up fanes —up Babylon-like walls—
Up shadowy, long-forgotten bowers
Of scultured ivy and stone flowers—
Up many and many a marvellous shrine
Whose wreathéd friezes intertwine
The viol, the violet, and the vine.
Resignedly beneath the sky
The melancholy waters lie.
So blend the turrets and shadows there
That all seem pendulous in air,
While from a proud tower in the town
Death looks gigantically down.

There open fanes and gaping graves
Yawn level with the luminous waves;
But not the riches there that lie
In each idol’s diamond eye—
Not the gayly-jewell’d dead
Tempt the waters from their bed;
For no ripples curl, alas!
Along that wilderness of glass—
No swellings tell that winds may be
Upon some far-off happier sea—
No heavings hint that winds have been
On seas less hideously serene.

But lo, a stir is in the air!
The wave —there is a movement there!
As if the towers had thrown aside,
In slightly sinking, the dull tide—
As if their tops had feebly given
A void within the filmy heaven.
The waves have now a redder glow—
The hours are breathing faint and low—
And when, amid no earthly moans,
Down, down that town shall settle hence,
Hell, rising from a thousand thrones,
Shall do it reverence.



Agradecemos la sugerencia del vídeo al escritor Álvaro Valderas, quien participó en nuestra  VII Semana Negra en la Glorieta con un interesantísimo artículo titulado «¿León?, la novela negra y el mar.»