Arthur Conan Doyle, investigador privado

Reseña de «Arthur Conan Doyle, investigador privado», de Margalit Fox
Pilar Marín Blesa
 
Margalit Fox (Nueva York  1961). Escritora estadounidense licenciada en Lingüística por la Stony Brook University. Comenzó su carrera en el mundo editorial trabajando en la publicación de libros y revistas. Posteriormente se pasó al periodismo uniéndose al equipo de The New York Times como correctora de textos para su Book Review y sigue en la actualidad escribiendo habitualmente para este periódico. Ha sido galardonada con varios premios por su trabajo periodístico y es autora, entre otros títulos de “El enigma del laberinto: la búsqueda para descifrar un código antiguo” (2013) ganador del William Saroyan International Prize for Writing.
 
 
El  21 de diciembre de 1908 Marion Gilchrist, de 82 años de edad, es asesinada en su acomodado piso sito en una de las principales avenidas de Glasgow. Marion Gilchrist es soltera, algo maniática y asustadiza. En los primeros compases de la investigación todos los indicios llevan  a señalar como autor del brutal crimen a Oscar Slater, alemán de origen judío, ocasional ciudadano de Glasgow, con profesiones algo difusas y de vida un tanto disipada.
    
En esos días Oscar está a punto de embarcarse desde Liverpool rumbo a Estados Unidos empujado por el deseo de comenzar desde cero, pero sus ideales pronto se ven abocados al fracaso antes de empezar. Nada más llegar a Nueva York es interceptado por la Policía y enviado a un centro de detención sito en el bajo Manhattan en espera de la extradición.
    
Después de toda la burocracia propia de un procedimiento de este tipo es el mismo Slater el que voluntariamente se ofrece para volver a Glasgow en su idea de que dejará clara su inocencia en el juicio. En mayo de 1909 y durante varios días se celebran las diferentes sesiones en las que aquellos indicios obtenidos al principio son asegurados y convertidos en pruebas casi irrefutables. Oscar Slater es condenado a muerte y sólo un escrito de uno de sus abogados, avalado por petición pública, consigue conmutar la sentencia por la de cadena perpetua con trabajos forzosos. De esta forma llega a la prisión de Peterhead en Escocia, de la que sin embargo saldría librado en 1927, siendo su condena revocada al año siguiente.
    
Esta es, brevemente, la historia que fundamenta la obra de Margalit Fox. Sin embargo, no se trata de una novela al uso, sino de un tratado sobre investigación criminal y Arthur Conan Doyle. Con esta combinación perfecta y el sustrato de los hechos reales que le sirven de base, la autora desarrolla aspectos muy interesantes para los aficionados a la novela negra y policíaca.
    
Trata por un lado de la ciencia de la Criminología en la época victoriana con la influencia de Lombroso y su escuela que se acomodaba perfectamente a la sociedad británica de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, lo que motivó a su vez el nacimiento de una nueva figura del detective de ficción con un doble papel: tranquilizador y científico. Da la casualidad que Arthur Conan Doyle, además de muchas otras cosas, era médico e investigador. La medicina y la investigación criminal pretenden reconstruir el pasado a través de un examen minucioso de las pistas, llegando en la narración de los hechos a lo que Huxley llamó “profecía retrospectiva”, que subyace en ambos ámbitos de estudio. Aparecen frecuentemente las referencias a la principal creación de Doyle: Sherlock Holmes, como prototipo de “detective científico”, nacido, sin duda de la influencia de las enseñanzas y prácticas del profesor universitario de Doyle: Jospeh Bell, hasta el punto de que en muchas ocasiones se llegó a identificar a ambos.
    
Pero a pesar del arraigo que en los detectives de ficción había conseguido el método holmesiano de investigación racional, en el que los hechos observados dictaban la solución en lugar de prejuicios racionalizados, la policía y los demás implicados en las investigaciones de hechos delictivos no seguían precisamente sus principios. Ello se debía en parte a las especiales características de la sociedad británica de finales de la época victoriana: el crecimiento de la comisión de delitos con la consiguiente inseguridad ciudadana y un temor generalizado, los cambios sociales motivados por el desarrollo industrial y el movimiento poblacional que supuso y que conllevó tintes xenófobos especialmente hacia los judíos, influyó decisivamente en que el caso Slater se resolviera señalando un culpable y adaptando luego los hechos y las pistas a su culpabilidad.
    
Arthur Conan Doyle siempre estuvo interesado en el caso Slater, hasta el punto de que en 1912 publicó “The Case of Oscar Slater”, en un intento de despertar el interés general para intentar reabrir el caso, todo ello a la vista de las innumerables deficiencias y fallos que encontró en la investigación. No tuvo mucho éxito en esta empresa a la que sin embargo, se dedicó de nuevo en 1914 aunque esta vez sin promoverlo directamente, sino llevado a ella por nuevas investigaciones abiertas al ver la luz ciertas pruebas que habían estado ocultas. También dicho intentó fracasó. Pero en 1925 es liberado un compañero de prisión de Slater que, en su dentadura postiza, consiguió insertar una nota solicitando la ayuda del escritor. Ello, unido a diversas circunstancias como el interés por el caso que siguen mostrando algunos periodistas, el transcurso de tantos años desde la comisión del crimen y la desaparición por ley de vida de muchos participantes en la investigación, los cambios sociales habidos desde la Primera Guerra Mundial que llevaron a desplazar la atención de las preocupaciones hacia otros focos, entre otras muchas, contribuyeron a la puesta en libertad primero y a su exoneración después. Ello no obstante, el público final de la relación entre los principales protagonistas de esta historia resultó amargo y frustrante.
    
El libro también recoge algunas semblanzas biográficas tanto de Arthur Conan Doyle como de Oscar Slater, y datos interesantes sobre otros personajes de la época. Destacan la  activa vida profesional y personal que llevó el escritor y el relato de los orígenes de Slater, su vida en prisión y la correspondencia que mantuvo con su familia en Alemania a través de unas cartas que emanan un efluvio de ingenuidad por parte de sus allegados.
    
Se trata sin duda de una obra bien documentada y fundamentada en un trabajo minucioso de investigación, con numerosas referencias bibliográficas que nos ofrece una perspectiva acertada sobre la investigación criminal, los prejuicios sociales y la condición humana y, sobre todo, nos hace conocer un poco más al gran Arthur Conan Doyle

“Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad”. Sherlock Holmes.
 
 

María Pilar Marín Blesa es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada. Trabaja como abogada en Marbella.  
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