Reseña de «Alcohol de 99º» de Manu López Marañón. Alberto Pasamontes

El postfranquismo fue una época dura. Para todos en general, pero especialmente para la juventud de la época. La profunda crisis económica que sufrió España en la década de los setenta, dejó como resultado, entre otras cosas, una importante recesión industrial, el cierre de numerosas fábricas, maquinaria y métodos de trabajo obsoletos en las que seguían con la producción, y un sector industrial deficitario. Como consecuencia, el paro y la inflación iniciaron un ascenso que parecía imparable cebándose de manera especial sobre las clases más desfavorecidas, pintando un futuro más que negro para la población joven de familias proletarias que se hacinaban en pisos colmena de las grandes ciudades, que sin ninguna otra alternativa de ocio o trabajo acababa cayendo en la droga, y por ende en la prostitución y delincuencia que esta acarreaba. En este escenario, la llegada de la heroína apenas un lustro antes como medio de escapar de una realidad insufrible acabó por convertirse en una epidemia de la que resultaba casi imposible escapar.

¿Qué por qué suelto esta clase de historia? Pues para que aquellos (más jóvenes que el que suscribe) que no la conocieron se hagan idea del contexto en el que nos vamos a mover, porque es en esta época, finales de los setenta y ochenta, donde sitúa Manu López Marañón su novela Alcohol de 99º, un afilado retrato de la sociedad bilbaína y barcelonesa (aunque extensible a toda España) de la mano de Asís y Artur, dos jóvenes de los que hablábamos un párrafo más arriba. Es cierto que, mediados los años ochenta, se produjo una regeneración económica (más propiciada por los fondos europeos que, a modo de maná, llegaron al país como resultado de su integración en la Unión Europea, que por los aciertos del gobierno de Felipe González), pero esa recuperación, lamentablemente, no llegó a tiempo para los que, como los protagonistas de esta estupenda novela, ya llevaban años instalados de forma definitiva en la marginalidad.

Usa López Marañón una prosa preciosista, de cuidados detalles, que en principio podría no parecer acorde con la historia que nos cuenta, y que, sin embargo, se convierte en un modo elegante de hacerlo, ofreciendo un interesante contrapunto a unos hechos que bucean en lo más profundo de la delincuencia y el más absoluto desprecio por todo lo que no sea el yo, y quizás ese colega con el que llevas dando palos a gasolineras media vida. Las descripciones, los ambientes, están recreados con la dosis precisa de depresión, de oscuridad, de decadencia; los diálogos, magníficos, reproducen a la perfección el lenguaje y modo de hablar de los ambientes en los que transcurre la novela, ayudando al lector a volver a aquellos años convulsos para sumergirse en la historia.

Los hechos que se narran se prolongan durante una década, por lo que no se trata de una novela centrada, como suele suceder en la novela negra, en contarnos en detalle el atraco a un banco o en el esclarecimiento de un asesinato (aunque de ambos hay en las casi quinientas páginas de Alcohol de 99º); no se trata de eso, decía, sino de una novela coral, casi podría decirse de una saga o biografía, de los dos personajes principales y de los secundarios (bien definidos, con vida propia) que les acompañan a lo largo del tiempo, dando forma a una historia triste que, por desgracia, se convirtió en la de tantos y tantos jóvenes de la época. Las propias necesidades de una historia de este tipo hacen que, en ocasiones, el ritmo se vuelva algo lento para lo que estamos acostumbrados si hablamos estrictamente de novela negra. No es un defecto, en absoluto, sino la estructura y evolución lógicas que una historia del tipo de la que nos cuenta López Marañón necesita para ser contada con la brillantez con la que esta lo ha sido
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Alberto Pasamontes (Madrid, 1970) compagina la literatura con la administración pública. Es autor de numerosos relatos breves, varios de los cuales han sido premiados y aparecen en diferentes antologías. Apasionado de la novela negra, es este el género en el que se mueve con más comodidad y con el que se ha convertido en uno de los nuevos valores del noir en castellano. La muerte invisible le hizo merecedor del prestigioso Premio de Novela Policiaca Francisco García Pavón en 2015. Entre la lluvia fue el inicio de la trilogía protagonizada por los inspectores Goyo Barral y Carmen Alonso, cuya esperada segunda entrega, Ángel roto, apareció justo antes del confinamiento por el Covid 19.